CONCEPTO

El concepto de nuestro trabajo es la “Extimidad”. Aparece primeramente con Lacan “es lo más íntimo justamente es lo que estoy constreñido a no poder reconocer más que fuera”. En el 2001 el psiquiatra Serge Tisseron le da un nuevo significado a la palabra, que es la elegida para éste trabajo, donde la extimidad es lo contrario a la intimidad. Es la exposición de los aspectos íntimos de la persona (cuerpo, pensamientos, etc.). El individuo no se muestra para compartir algo con los demás sino que usa a los otros como un espejo para reafirmarse. Por lo tanto dice que esta cultura es de carácter individualista. Creemos que hoy en día la gente tiene la necesidad de exhibirse y de construirse un personaje que sea más aceptado que la persona misma. Basándonos en “La historia de la percepción burguesa” de Lowe, si bien es difícil discernir con exactitud la dinámica perceptiva por estar viviendo en ella, hoy uno de los sentidos predominantes es la vista, por lo tanto los medios elegidos para la manifestación de egos son los visuales/audiovisuales. Algo que tienen de especial estos medios es que muchas veces se presentan como medios objetivos, dan una sensación de eso que veo está ahí y por lo tanto es propicio para que se den fenómenos como la extimidad. Nadie pone en tela de juicio que los personajes que se presenten no existan. Sin embargo hay alguien detrás de esa cámara que resignifica ese pedacito de “realidad” que estamos viendo. Desde la tele, revistas, internet, estamos bombardeados por modelos de vida como si hubiese un mercado de la personalidad implícita. Nuestra sociedad ya no solo consume objetos sino que nosotros mismos nos convertimos en objetos a vender y comprar. Entonces los medios funcionan como vidrieras de individuos que deben mantenerse en el mercado y llevamos sus reglas a la de la vida. Hay un libre mercado de la personalidad.
El programa “Gran hermano” lo consideramos como uno de los elementos fundamentales en la construcción de esta sociedad, previo a la masificación de las redes sociales, los participantes se mostraban como individuos interesantes, contando cosas de su vida privada (muchas veces falsas), haciendo amistades que poco tienen que ver con la amistad, que son superficiales. El espectador terminaba frustrado con su propia vida y deseando: “yo quiero ser así”. Cuando realmente no pasaba nada en esa casa. Era una puesta en escena de la vida cotidiana con personajes que se auto construían (o construidos por algún productor) pero que en acción no eran jamás lo que decían, una venta de humo. 
Con la aparición de Facebook y Twitter se le abrió la posibilidad a todos los consumidores de Gran hermano a ser participantes de un Gran hermano gigante. Zygmunt Bauman en el libro “Vida de consumo” dice: “… Internet abre posibilidades que “la vida real” negaba. La posibilidad de lograr reconocimiento para una identidad sin siquiera adoptarla realmente.” Así tenemos por ejemplo un millón de amigos que en nuestra vida vamos a ver cara a cara. Se construye una vida envidiable, el ego está en todo su esplendor porque el usuario de Facebook/Twitter supone que hay del otro lado alguien que está interesado en su vida. Que seguro, lo hay. Es el espacio del chusmerio de la vida moderna. Los perfiles de las redes sociales son construcciones que nacen y mueren ahí, que fuera del mundo virtual son imposibles de sostener. Alguien puede poner que le gusta un músico x y haberlo escuchado una sola vez, ser fan de un escritor y haber leido algún cuento. O no. Incluso los perfiles muchas veces van acompañados de nicknames que no son inocentes. Barthes habla de los nombres propios -lo dice en relación a la elección de nombres de Proust, pero es aplicable- como “un signo siempre cargado de un espesor pleno de sentido que ningún uso puede reducir, aplastar, contrariamente al nombre común, que no libera sintagmaticamente más que uno de sus sentidos.” Todo el perfil de un usuario está armado de tal forma que produzca en el otro algo, es una personalidad virtual, no real. Bauman sigue “También queda en evidencia la redundancia del “otro” en cualquier rol que no sea el de avalar y aprobar. En el juego identitario de Internet, el “otro” queda reducido a su núcleo duro de instrumentos manipulables para la reconfirmación personal, despojado de todos o casi todos los rasgos irrelevantes para la tarea que todavía se toleran en una interacción offline. (…) La socialización virtual sigue el patrón del marketing, y las herramientas electrónicas de ese tipo de socialización están hechas a la medida de las técnicas de marketing.” Se juega con el deseo del otro, la intimidad está escondida, pero los escondites más ingeniosos son los más expuestos. Las redes sociales muestran la intimidad que quiere ser mostrada y la que los demás quieren ver. El limite de la intimidad es virtual desde el momento en que se sube una foto y esa foto ya no es más tuya pertenece a todos no solo porque todos pueden acceder, también porque realmente el copyright queda anulado. Según Paula Sibilia “En este contexto, irrumpe la "extimidad". Esta especie de neologismo, que foguea la idea de hacer externa la intimidad, parece ser el gran protagonista de la escena contemporánea, acompañado por los diversos modos que asume el "yo". (…) flota en el aire una suerte de "narcisismo exacerbado" –u "ombliguismo"– que deriva en sociedades que privilegian las "apariencias" por sobre las "esencias". De esa manera, el ser y el parecer se (con)funden.”